AMORTIGUAR CAMBIOS: ACEPTAR LOS CICLOS – RESILIENCIA
Al igual que un amortiguador absorbe impactos, el empresario debe adaptarse a los cambios cíclicos para mantener la estabilidad. Reconocer que los ciclos son parte natural de la vida y los negocios permite gestionar transiciones sin desbordarse. Negarlos genera resistencia y sufrimiento innecesario. Aceptar los ciclos con anticipación y preparación fortalece la capacidad de resiliencia, permitiendo transformar los retos en oportunidades de crecimiento y adaptación.
GESTIÓN DEL CAMBIO: RIESGO Y ADRENALINA – TRANSFORMACIÓN
Gestionar el cambio implica enfrentarse a lo nuevo, lo desconocido y lo que está fuera de nuestro control. Este proceso genera adrenalina, tanto positiva como negativa, dependiendo de nuestra capacidad para superar el miedo a perder. Correr riesgos y enfrentar desafíos es clave para lograr transformaciones significativas. Este proceso, aunque incómodo, es necesario para adaptarse a las circunstancias cambiantes del mercado y abrir paso a oportunidades que promuevan el crecimiento del negocio.
CUAN ADAPTABLE Y AGIL ES TU MENTE
Ser responsable de tu capacidad de adaptación, de tu plasticidad, de la apertura de tu mente para aceptar lo nuevo y fusionarlo con lo que ya sabés es clave. Esto te permite hacer sinergia con los demás, algo fundamental para tu crecimiento y éxito. Para lograrlo, es esencial que tomes responsabilidad por los indicadores que te dicen si vas por buen camino. ¿Te enojás cuando las cosas no salen como esperabas? ¿Te frustrás ante desafíos o te sentís incomprendido? ¿Te falta tiempo o no disfrutás de lo que haces? ¿Te ven como alguien dinámico, resolutivo y capaz de tomar decisiones rápidas? Si te reconocés como perfeccionista u obsesivo, no lo veas como un obstáculo, sino como una oportunidad para seguir creciendo. Estos indicadores te muestran que aún hay mucho potencial por desarrollar en tu capacidad de adaptabilidad y agilidad.
PREGUNTAR PARA CONSTRUIR NO PARA RESPONDER
La cantidad de preguntas y expectativas sobre el mundo de los negocios es casi infinita, abarcando aspectos de todo tipo y dimensión. ¿Me gusta lo que hago? ¿Tengo un buen jefe? ¿Mi jefe está satisfecho con mi trabajo? ¿Cuento con buenos pares o un buen equipo? ¿El trabajo me da tiempo para estar con mi familia y amigos? ¿Puedo tener un buen balance entre mi vida personal y laboral? ¿Tengo tiempo para hacer ejercicio? ¿Tengo proyección dentro de la empresa? ¿El ambiente de trabajo es adecuado? ¿Este ambiente saca lo mejor de mí? ¿Está cerca o lejos de mi casa? ¿Es lo que quiero hacer con mi vida o no? ¿Es lo que realmente me gusta hacer?
Y así, las preguntas y planteos parecen no tener fin. Estos aspectos, aunque pueden tener cierto sentido e importancia, deben analizarse con cuidado. Si surgen en un momento de crisis, es importante desconfiar de estos planteamientos, porque podrían ser una forma evasiva de no enfrentar lo concreto que está generando la crisis. Por ejemplo, un conflicto con alguien cercano podría estar atrás de estas preguntas.
Es clave comprender que estas preguntas no se hacen, se construyen, y que sus respuestas también deben ser construidas. Lo fundamental es desarrollar el mindset necesario para verlas como tareas a lograr, no como incertidumbres sin fin. Si estas preguntas aparecen en un momento de paz, es importante priorizarlas bien, porque no todas tienen el mismo nivel de estrategia, madurez, racionalidad ni conveniencia.
REFLEXIÓN COMO MOTOR DEL CAMBIO – REFLEXIÓN
El cambio genuino requiere preguntas que permitan identificar causas y consecuencias. Sin reflexión, los cambios son superficiales. La introspección genera nuevas perspectivas, y estas permiten un desarrollo auténtico, basado en la conveniencia y el aprendizaje.
PREGUNTAS QUE CONDUCEN AL CAMBIO – preguntas
Sin este equilibrio es casi imposible disfrutar de cualquier cosa, incluso de aquellas “nos gustan”. Luego podríamos preguntarnos: ¿Me conozco? ¿Cuáles son mis puntos fuertes a aprovechar y los débiles a neutralizar?
EL CAMBIO SE LOGRA PENSANDO – cambio
El cambio lo lográs cuando hacés pensar al otro, no cuando le decís o mostrás lo que tiene que cambiar. Si el otro no piensa, no cambia. Estructurá el discurso para hacerlo pensar, por lo general es con preguntas.
DESAPERCIBIDO PROGRESO PERSONAL: CAMBIO
A menudo, somos conscientes de nuestras dificultades, pero no registramos cuándo comenzamos a mejorar. Este cambio suele ser gradual, y nuestra tendencia a negar o olvidar que estuvimos mal nos lleva a ignorar el progreso alcanzado. Reconocer la mejora es esencial para valorar el esfuerzo realizado y mantenernos motivados hacia nuevas metas. Registrar conscientemente el avance fortalece nuestra percepción positiva y nos impulsa a continuar evolucionando de manera consistente y efectiva.
RENDIMIENTO COMO MEDIDA TEMPORAL: CAMBIO
El rendimiento se define como el cambio producido en una unidad de tiempo. Este concepto permite medir el impacto y la velocidad del progreso en diferentes áreas, desde el desarrollo personal hasta los resultados profesionales. Cuanto mayor sea el cambio en menos tiempo, más eficiente será el rendimiento. Comprender esta relación nos ayuda a evaluar nuestras acciones, ajustar estrategias y optimizar recursos para alcanzar objetivos de forma más efectiva y dinámica.
EL CAMBIO: CONSTANTE E INEVITABLE EN LA VIDA
La vida y los contextos están en constante cambio, y no podemos detenerlo. Comprender esta realidad es un gran logro, porque nos permite adaptarnos en lugar de luchar contra lo inevitable. Resistir al cambio genera un esfuerzo tan grande que nos paraliza y nos llena de angustia. El cambio, aunque desafiante, es parte de la vida y de su evolución. Aceptar esta verdad es el primer paso para vivir con más tranquilidad y menos desgaste emocional.
ADAPTARSE AL CAMBIO: MENOS CONTROL, MÁS CALMA
Lo difícil no es el cambio en sí, sino nuestra resistencia a aceptarlo. Muchas veces buscamos controlar cada aspecto de nuestra realidad para mantenerla estática, pero este esfuerzo es inútil. Por más control que intentemos ejercer, las cosas cambian igual. En lugar de resistir, necesitamos entender de manera relajada que el cambio forma parte del proceso natural de la vida. Adaptarnos nos permite crecer, fluir y encontrar paz en la inevitable transformación que nos rodea.
EL VERDADERO CAMBIO NO NACE DEL MIEDO
A veces creemos que con un reto, una llamada de atención o una confrontación vamos a cambiar un patrón de comportamiento arraigado en una persona. Sin embargo, cambiar es difícil para todos, incluso cuando realmente queremos hacerlo, cuando somos conscientes de lo que no hacemos bien y, aun así, no logramos dejar de hacerlo. Es cierto que un reto puede generar miedo y provocar una reacción momentánea, pero esta respuesta será superficial, impulsada por la amenaza y no por un proceso real de cambio profundo y sostenible.
Para ayudar a alguien a transformar un patrón de comportamiento, debemos acompañarlo, mostrarle las consecuencias que quizá no está viendo, ayudarle a identificar las causas y los posibles beneficios ocultos de ese modo de actuar, y explorar de dónde lo aprendió. El acompañamiento implica motivarlo para que observe un progreso, por pequeño que sea, y reconocer cada avance, incluso si aún no logra cambiar. Este enfoque, basado en el reconocimiento y la motivación, le permitirá visualizar un norte valioso que le inspire y favorezca su evolución.
FACILITAR CAMBIOS AJUSTANDO EL CONTEXTO
Todos interpretamos y justificamos las situaciones en nuestra mente a través de un sistema de coherencia, que puede ser más o menos objetivo, pero que principalmente se basa en nuestra percepción de lo que podemos ganar y, sobre todo, de lo que podemos perder. Al enfrentar una situación crítica que exige un cambio en una expectativa arraigada, hay crear un entorno que ayude la asimilación de dicho cambio. Para lograrlo, hay que comprender que una persona solo cambiará una expectativa que considera legítima si enfrenta un escenario lo suficientemente crítico o catastrófico como para percibir que tiene mucho más que perder manteniendo esa expectativa que lo que esperaba ganar con ella. Sin ese escenario, la mente no encuentra razones para cambiar su idea o expectativa.
También, para facilitar este cambio, puede ser útil alterar los personajes o actores vinculados a la expectativa inicial. Por ejemplo, si la expectativa estaba relacionada con que una persona cumpliera un determinado compromiso, será más sencillo aceptar un cambio en ese compromiso si quienes deben honrarlo son otros actores. Un ejemplo puede ser la renegociación de una deuda por parte de un gobierno. Para un acreedor, es más fácil aceptar que una deuda debe renegociarse si el gobierno en el poder cambió. En contraste, si es el mismo gobierno que previamente alcanzó un acuerdo, resulta mucho más difícil justificar por qué se requiere volver a renegociar los términos ya pactados.
EL ARTE DE INVALIDAR EL CAMBIO QUE DUELE
La capacidad de la mente para generar autoengaños no tiene límites. Creo que gran parte del trabajo de la psicología consiste en desactivar esos autoengaños. Una de las variantes más típicas de este tipo de mecanismos es nuestra capacidad para invalidar conceptos. Con clichés, frases hechas o palabras que neutralizan, creamos una situación ambigua o confusa en la que algo que claramente no estamos haciendo bien, o no estamos entendiendo, tratamos de esquivarlo. En mi trabajo diario, una de las expresiones más comunes es: “Eso me lo dijiste muchas veces”. En lugar de enfocarnos en que si algo fue dicho tantas veces debe haber algo importante que atender, desvalorizamos el mensaje al implicar que, aunque se repita, no ha tenido impacto, y probablemente no lo tendrá. Otra forma común de invalidar conceptos es usar palabras condicionales como “puede ser” o “quizás”. Por ejemplo, si alguien dice “Me parece que el alcohol no te está haciendo bien”, responder con un “puede ser” es una manera de evadir el comentario, donde no negamos, pero tampoco damos la importancia que un “sí” debería tener. Este tipo de respuestas nos alejan de asumir la responsabilidad que esos conceptos intentan señalarnos.